Conseguir un buen vino no es una tarea sencilla. Al margen de los
conocimientos que se le suponen a los responsables de cualquier bodega
que pretenda poner en el mercado caldos de gran calidad -dada la
competencia existente-, resulta imprescindible contar con una buena
tierra donde plantar los viñedos y que ésta tenga como mejor compañero
de viaje un clima propicio para el desarrollo y maduración de la uva.
Tal
sucede en la provincia de Granada, donde variedades de vid como las de
'Cabernet Sauvignon', 'Syrah' o 'Merlot' junto a la española
'Tempranillo' dan origen a vinos tintos con mucho cuerpo, que son
perfectos para acompañar platos consistentes de legumbres, carnes rojas o
caza. Unos tipos de uva que si se mantiene sana y sin necesidad de
productos fitosanitarios, da un gran rendimiento.
Antonio López,
enólogo de las Bodegas Muñana, señala a este respecto que los vinos
granadinos tienen cada vez mayor calidad porque la altura a la que dan
sus frutos las parras evita que la uva madure rápidamente y sin haber
tomado cuerpo. «Por cada 100 metros de altitud en la que están plantadas
las viñas es como si subiéramos 100 kilómetros hacia el norte de la
península, lo que nos reporta unas ventajas realmente considerables
frente a los vinos de otras zonas», afirma López.
El control de
maduración de la uva también es fundamental y los expertos en la materia
revisan que ésta no se pase, pues desvirtuaría mucho el producto
final.
En la bodega
Ya
en la fase que se realiza en la bodega, la higiene, el control de
temperatura y las instalaciones también resultan decisivas en el
producto final. López asegura a este respecto que el empresariado
granadino no ha escatimado dinero para dotar a sus bodegas de los
mejores recursos, contando con el asesoramiento de expertos en la
materia «que somos en el fondo los que tenemos la responsabilidad última
de que se produzca un buen vino, un caldo granadino de calidad que
pueda competir».